Tenerife Norte: itinerario por Vilaflor con coche de alquiler
La orilla de Arona asume gran integrante de la
estructuras turÃsticas del espacio tinerfeño. Hostales de ilusión,
ancladeros de recreo, centros comerciales, espacios deportivos y kilómetros de playa se ocurren a lo largo de su ribera para recibir a sus miles de veraneantes con todo tipo de placeres mejores.
Proporcionadamente comunicados y ubicados harto
cercanos de la pista del sur, es simple llegar a sus
esenciales núcleos de turismo: Costa de Los Cristianos, Orilla de Las Américas y Orilla Adeje, que configuran la única capital del ocio. Para conocerla, la mejor manera va a ser aparcar el automovil y
superar su paseo marÃtimo escoltados por la plácida brisa marina y de la bella figura del océano, con la barriguita próxima de la Isla de La Gomera sobre el
linde. Al alejarse de los últimos apartamentos de Ribera
Adeje, el sendero finaliza y es forzoso recoger el
automovil para llegar a Callao Salvaje.
En el Ancladero de Los Cristianos, un reducido emplazamiento de marineros que no albergó a turistas extranjeros hasta los años cincuenta, aún se desenvuelve una sobresaliente ocupación de pesca, además del tráfico acuático
que empalma Tenerife con La Gomera y otras islas. Desde en este lugar, la
carretera de Guaza nos guÃa, contornando la ribera, hasta Margen de Las Galletas-Playa del Sigilo, otro encumbrado centro urbano de Arona.
Si la fuerte producción turÃstica ha tenido su
crecimiento junto a la ribera, las circunscripciones elevados de Arona y Adeje se convertirán en relato, sabidurÃa y ángel. La realidad superior
de ambas plazas rebate a la que fue la
ocupación económica de sus moradores, la tierra. Los agriculotres demandaban las eras superiores, más fecundas, y eludian de la solana de la costa. Desde Ribera de
Los Cristianos, una calzada se eleva, seguidamente de superar la autopista, hasta la pueblo de Arona, el núcleo de la comarca. Su centro tradicional se transmite sobre la parroquia de Santo Antonio Cura y se encarga de ofrecernos una primorosa encarnación de la obra ancestral.
Es instintivo volver a la villa de Arona, para desde lejos examinar el escaso y plácido poblado de Vilaflor,
emplazado a mil quinientos metros de nivel. En esta aldea,
considerada la más elevada de España, despunta la parroquia de San
Pedro de Bethencourt. Vilaflor va a estar circundada por un amplio
conjunto de pinos. Aquende la tierra que sube a el Teide, luego de irse de la aldea, está pino grande, uno de los
árboles más destacados de árbol canario, al que tampoco la
lumbre puede tirar. El ancho del árbol pasa de los diez mts. de largo.
estructuras turÃsticas del espacio tinerfeño. Hostales de ilusión,
ancladeros de recreo, centros comerciales, espacios deportivos y kilómetros de playa se ocurren a lo largo de su ribera para recibir a sus miles de veraneantes con todo tipo de placeres mejores.
Proporcionadamente comunicados y ubicados harto
cercanos de la pista del sur, es simple llegar a sus
esenciales núcleos de turismo: Costa de Los Cristianos, Orilla de Las Américas y Orilla Adeje, que configuran la única capital del ocio. Para conocerla, la mejor manera va a ser aparcar el automovil y
superar su paseo marÃtimo escoltados por la plácida brisa marina y de la bella figura del océano, con la barriguita próxima de la Isla de La Gomera sobre el
linde. Al alejarse de los últimos apartamentos de Ribera
Adeje, el sendero finaliza y es forzoso recoger el
automovil para llegar a Callao Salvaje.
En el Ancladero de Los Cristianos, un reducido emplazamiento de marineros que no albergó a turistas extranjeros hasta los años cincuenta, aún se desenvuelve una sobresaliente ocupación de pesca, además del tráfico acuático
que empalma Tenerife con La Gomera y otras islas. Desde en este lugar, la
carretera de Guaza nos guÃa, contornando la ribera, hasta Margen de Las Galletas-Playa del Sigilo, otro encumbrado centro urbano de Arona.
Si la fuerte producción turÃstica ha tenido su
crecimiento junto a la ribera, las circunscripciones elevados de Arona y Adeje se convertirán en relato, sabidurÃa y ángel. La realidad superior
de ambas plazas rebate a la que fue la
ocupación económica de sus moradores, la tierra. Los agriculotres demandaban las eras superiores, más fecundas, y eludian de la solana de la costa. Desde Ribera de
Los Cristianos, una calzada se eleva, seguidamente de superar la autopista, hasta la pueblo de Arona, el núcleo de la comarca. Su centro tradicional se transmite sobre la parroquia de Santo Antonio Cura y se encarga de ofrecernos una primorosa encarnación de la obra ancestral.
Es instintivo volver a la villa de Arona, para desde lejos examinar el escaso y plácido poblado de Vilaflor,
emplazado a mil quinientos metros de nivel. En esta aldea,
considerada la más elevada de España, despunta la parroquia de San
Pedro de Bethencourt. Vilaflor va a estar circundada por un amplio
conjunto de pinos. Aquende la tierra que sube a el Teide, luego de irse de la aldea, está pino grande, uno de los
árboles más destacados de árbol canario, al que tampoco la
lumbre puede tirar. El ancho del árbol pasa de los diez mts. de largo.